El movimiento pentecostal es una de las experiencias religiosas más
importantes del siglo. Este hecho ha sido reconocido por el catolicismo y por
los diversos protestantismos de América latina y en el mundo cristiano.
Se trata tanto de un fenómeno socio-religioso mundial cuanto de un
movimiento alternativo en la vida y misión de la Iglesia cristiana. El
Pentecostalismo es, ante todo, un movimiento religioso y no una "denominación"
u organización religiosa. Aunque existen comunidades religiosas
autodenominadas "pentecostales" y grupos religiosos conocidos como
"carismáticos" en el seno del catolicismo, es el movimiento de lo
Pentecostal lo que los dinamiza y produce sus expresiones orgánicas y
visibles.
La presente coyuntura política en América latina ha generado tal
debate público en torno a la Iglesia, a las sectas y a la libertad religiosa,
que se hace necesario una caracterización de las diversas expresiones
religiosas tipo --entre ellas, las del Pentecostalismo-- que permita tener una
visión teológica coherente y facilite el diálogo ecuménico sobre bases más
seguras.
Las siguientes cuatro consideraciones permitirán un primer
acercamiento a la comprensión del movimiento Pentecostal como un signo de la
fuerza del Espíritu.
1.
UN MOVIMIENTO DE ESPIRITUALIDAD
En la explicación de los propios "pentecostales", el
Pentecostalismo no es un simple fenómeno socio-religioso, o un mero producto
del expansionismo político-religioso del capitalismo financiero
norteamericano.
Para los pentecostales, el Pentecostalismo es la consecuencia religiosa
y de fe de la Acción de Dios por su Espíritu Santo que irrumpió en
Pentecostés en el siglo I de la historia cristiana (Actos 2-4; Luc. 24:49;
Joel 2:27-32) y se extendió de oriente a Occidente. Como movimiento el
Pentecostalismo trasciende la pertenencia eclesial exclusiva, y se presenta
desde dentro del cristianismo como una acción divina a través de diversas prácticas
religiosas tipo.
Desde
el punto de vista teológico, lo pentecostal, en América Latina como en
cualquier otro país del mundo, es una experiencia religiosa de lo Divino. Como
experiencia religiosa, representa una prolongación ritualizada del suceso
pentecostal originario (Actos 2, 10, 19) cuya pretensión y necesidad es la de
expresar la esencia del cristianismo --para el caso, la "pentecostalidad
fundante"--(2), en la intensidad de una espiritualidad repetitiva de la vida cristiana
primitiva, que hace las veces de mito fundacional.
Lo
significativo del hecho es que como movimiento de espiritualidad es
constituyente de identidades. Ser "Pentecostal" como ser "católico"
o ser "protestante", es una manera de ser en sociedad
.(3) Como movimiento espiritual, la pentecostalidad no tiene fronteras ni
de
clase ni de ideología, ni de territorio ni de confesión. Tiene la capacidad de
permear diversas clases sociales frecuentemente antagónicas y procesos históricos
radicalmente opuestos. En América Latina, donde lo religioso es lo determinante
o donde la secularización tiene más bien connotaciones de protesta social,(4) el movimiento pentecostal ha producido un impacto social y ha asumido formas
culturales que amenazan con desestructurar la hegemonía religiosa del
catolicismo romano en América Latina.
Los
casos de Brasil, Chile y algunos países de América Central, han dado ya más
de un dolor de cabeza a clérigos y políticos. En Guatemala, El Salvador y
Nicaragua, por ejemplo una forma de pentecostalismo ha sido utilizada por
avanzadas del neo-conservadorismo y fundamentalismo norteamericano para
acrecentar y/o controlar las tensiones políticas en la región. )Qué es lo que está en juego tras la aparente
guerra de religiones? No es sino la oportunidad para afirmar identidades
sociales, proyectos y programas histórico-políticos y la búsqueda de afirmación
de antiguas y nuevas hegemonías por medio de la religión.
2.
UN MOVIMIENTO DE PROTESTA
- La
herencia Wesleyana
Un
significativo número de estudiosos consideran que el "avivamiento
wesleyano" (gestor del metodismo y otras denominaciones santificacionistas)
de la Inglaterra del siglo XVII es el antecesor inmediato del pentecostalismo
moderno.(5) La
tesis histórica señala que el pentecostalismo surgió de los "círculos
de santidad" norteamericanos, como una derivación del pietismo
inglés de implantación americana.
- Un
radical comportamiento religioso
A
diferencia de los ingleses del siglo XVII, el metodismo americano sustituyó su
ética social por una ética individualista y el "milenarismo"(6)
por la filantropía.(7)
Según Richard Niebuhr, "los hermanos Wesley--forjadores del
movimiento wesleyano-- reemplazaron el concepto del Reino (de Dios) por el símbolo
del cielo" y vieron el pecado como un relajamiento y un vicio individual y
no como una opresión o un desajuste social.
El
pentecostalismo en cambio, nacido de una profundización de la vida espiritual y
religiosa, eliminó la filantropía de las obras, sin más arreglo, el lugar del
pecado, pero no llegó a desligarse del individualismo heredado de las
sociedades misioneras de origen.
Sin
embargo, no son solamente consideraciones de orden teológico e histórico las
que explican la ética y moral pentecostales. Sociólogos de la religión
contemporáneos acusan por el contrario, determinaciones sociales y económicas.
Les es usual entender el pentecostalismo como una forma de respuesta a la
situación de anomía social (8)
y una manifestación religiosa que acompaña a los procesos de
inmigración,
industrialización y urbanismo en América latina (Así, E. Willems, Christian
Lalive D'Epinay, P.F. Camargo, M. Marzal).
El
pentecostalismo es, para otros, la expresión religiosa de una determinada ética
social y económica. Sociólogos de la religión como Francisco Cartaxo Romil (brasileño)
y Jean Pierre Bastian (suizo-francés), señalan que el pentecostalismo es la
religión de las camadas pobres de la sociedad y se explica en la dinámica de
las relaciones sociales del modo de producción capitalista que le imprime su
sello a su condición de clase y a su ideología
.(9)
En
todos los casos, el pentecostalismo aparece como una respuesta a la necesidad
del pueblo de crear y ordenar contextos simbólicos propios para dar sentido a
la realidad y para ordenar la conducta en la vida cotidiana.
Siendo
pues un "sistema simbólico", el pentecostalismo--como a su turno lo
fueron los catolicismos de cristiandad y nueva cristiandad en América Latina,
los protestantismos "históricos"
y de misión, los socialismos y los populismos-- significó y significa
aún,
para los oprimidos del continente, una alternativa de satisfacción religiosa al
trauma de la conquista y colonización que desestructuró lo social con la
utilización de la religión y de las manifestaciones de lo sagrado entonces
vigentes.(10)
Bajo
la forma de una "protesta social" y una utopía de liberación, el
movimiento pentecostal nos recuerda movimientos históricos como el de Taki
Onqoy en la sociedad andina del siglo XVI (Huamanga 1560-1570) en el Perú
.(11) El punto de comparación entre uno y otro debe verse en su apocalipticismo
(idea del fin del mundo con trastornos históricos radicales) más bien que
en el comportamiento religioso que en el caso de los "taquiongos" fue
de tipo mesiánico y justiciero. Es precisamente ese apocalipticismo pentecostal, junto con una ideología de santificación
(conciencia del pueblo elegido, prevalencia de un líder carismático con autoridad
divina, rechazo de
la vida mundanal) lo que lo moviliza y explica que el pentecostalismo adopte una
ética de separación del mundo que pone al grupo elegido "fuera"
de la trama social y lo coloca algunas veces de espaldas al cambio social. Fenómeno
conocido hoy como "huelga social".
Con
todo, la misma realidad de pobreza de América latina y la nueva coyuntura
mundial (Globalización, neo-liberalismo, etc.) ha obligado a las comunidades
pentecostales a ponerse de cara a la realidad. Tanto en Perú como en otros países
del Continente, los pentecostales vienen participando activamente en la sociedad
civil, recreando formas de participación otrora rechazadas (participación
política,
acción social).
Ese
rechazo al mundo organizado, ese aparente aislamiento (fugamundi), que toma
formas de un rigorismo ético (no tomes, no fumes, no bailes, consérvate puro,
etc.) y de "sociedades sustituidoras" de la sociedad real, no es sino
una respuesta a la marginación de la que son objeto por parte de las sociedades
religiosas predominantes y de los grupos de poder económicos y políticos.
Categorías y caracterizaciones del pentecostalismo en la dirección de una
huelga social, hoy resultan anacrónicas. Asistimos a una edad madura del
pentecostalismo en la que cada vez se siente con más fuerza la necesidad de que
seamos los sujetos protagonistas de nuestra propia historia.
3. UN
MOVIMIENTO POPULAR
No
hay estadística que soporte el vertiginoso crecimiento demográfico de los
pentecostales. Según David Stoll, "un tercio de la población en América
Latina será protestante el próximo siglo, frente al 10 ó 12 por ciento
actual".(12)
En
Brasil, los pentecostales constituyen el 70 por ciento del protestantismo
brasileño; en Chile pasan del 14 por ciento de la población; en las Bahamas
forman también el 10 por ciento de la población, y en el Perú son el 70 por
ciento del protestantismo evangélico que en su conjunto hace un 7 por ciento de
la población. Número considerable si se tiene en cuenta el predominio de la
Iglesia Católica que gozó, hasta no hace mucho, del amparo y favor de ciertos
Estados de América Latina
.(13)
Se
calcula que en Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Nicaragua) el
pentecostalismo alcanzará el 2000 hasta el 25 por ciento de la población.
El
pentecostalismo se ha caracterizado por su fuerte arraigo popular, dando lugar a
más de una discusión sobre la vigencia de las formas religiosas tradicionales
como los protestantismos y catolicismos oficiales.(14)
Los
pentecostalismos, como las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), constituyen
verdaderas iglesias populares, en dos sentidos: en el sentido de tener su base
social en el pueblo, y en el de asumir una identidad y un proyecto socio-político
en el que el pueblo como una unidad orgánica es agente de cambio social con
mediación de las formas religiosas.
Sin
embargo, en el hecho que una multitud de campesinos, obreros, estudiantes pobres: marginales y numerosos gitanos se convierten diariamente a Dios por el
camino pentecostal, en lugar de porcentajes, conflictos religiosos o incrementos
sectarios, hay que ver más bien espacios sociales en los que, tras la forja de
una iglesia verdaderamente popular, se haga posible la afirmación de una
identidad nacional amplia y pluralista, la búsqueda de formas alternativas de
vida democrática así como un factor imprescindible de transformación social.
Ese
carácter "popular" del pentecostalismo, tiene consecuencias directas
para la transformación del propio Campo Religioso. Hechos como una estructura
financiera autónoma (no dependiente de Europa, América o Asia); una liturgia
en la que prevalecen los vehículos y las mediaciones culturales de la
religiosidad anterior por sobre los contenidos sustanciales de la tradición
cristiana antigua (hebrea, griega, latina); una vivencia comunitaria que
facilita la socialización, personalización y la participación social de los
practicantes, y una solidaridad orgánica con los sectores menos
favorecidos de la sociedad --característicos de los pentecostalismos-- están a
la base de una profunda transformación social del continente.
Mezcla
de proletariado urbano, cultura popular y movimiento de masas, el
pentecostalismo es el único sector del protestantismo que se puede identificar
con el fenómeno continental conocido como "realidad popular" .
4. UN
MOVIMIENTO DE CAMBIO SOCIAL
En
la actual composición del Campo Religioso de América Latina, el
pentecostalismo --como toda otra experiencia religiosa carismática de
resurgimiento-- mantiene una doble relación frente a la sociedad civil. Por un
lado, mantiene relaciones de oposición con la oficialidad religiosa (Iglesia
Católica, Protestantismo histórico) y por otro, relaciones de
transacción con los Estados corporatistas en proceso de des-estructuración,
y aún con los Estados en proceso de reestructuración como lo fue el de
Nicaragua y Chile de los años 70
La
motivación fundamental de esta lucha en dos frentes, es la generación de
Nuevas hegemonías y la afirmación y consolidación de otras antiguas. En
cualquiera de los frentes, lo que está en juego no es la sociedad civil
propiamente, sino la sociedad política (profesional o emergente) que busca
representar, incluso por caminos religiosos, proyectos y aspiraciones tan
diversos como antagónicos.
No
es ninguna afirmación temeraria anunciar la posible equivalencia simbólica
--en niveles diferentes-- entre los pentecostalismos y los grupos mesiánicos de
corte político y los de corte religioso. Son esas formas religiosas las que van
promoviendo a largo plazo, alternativas creadoras de socialismo y las que
resisten, después de todo, "colapsos de esperanza" tras la pérdida
de batallas como la de Nicaragua en la que cristianos y sandinistas intentaron
recrearla o "desesperanza" como las que promueven grupos de interés,
tras el "derrumbe" de los socialismos.
En
América Latina el pentecostalismo asocia, pervive y canaliza modos de ser de
movimientos indigenistas y contingentes de inmigrantes en búsqueda de construir
identidad. incluso, como en el caso chileno, las expansiones del pentecostalismo
y de los socialismos son cronológicamente paralelas
así como tácticamente coincidentes.(15) Hay que reconocer
también, que
muchas de las relaciones de transacción dieron lugar a clientelismos políticos
por parte del Estado con la Iglesia y a clientelismos religiosos por parte
de los grupos religiosos con la sociedad civil vía legitimación del Estado.
Actualmente
algunos intérpretes del fenómeno religioso peruano han sugerido la hipótesis
de una probable relación de mutua influencia entre los grupos religiosos
emergentes y un tipo de capitalismo de nuevo cuño. hipótesis que recuerdan el
estudio de M. Weber sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Como se sabe, Weber había puesto énfasis en las actitudes más amplias
inherentes al carácter de cada religión (para el caso la ética del Calvinismo) que dirigen las motivaciones y actividades
económicas. no que los
preceptos religiosos tengan un efecto directo sobre los diferentes tipos de
comportamiento económico, sino que tienen la capacidad --en términos
religiosos e ideológicos-- para legitimar el desarrollo de nuevas motivaciones,
actividades e instituciones que no estaban incluidas en las opiniones e impulsos
originales.
Pero
si la tesis Weberiana fue aplicable a ciertos sectores del protestantismo
europeo y americano, muy difícilmente es aplicable al protestantismo
latinoamericano. Menos aún al pentecostalismo en razón de su condición social
mayormente proletaria y a su "urgencia escatológica (creencia en la
llegada inminente del Reino de Dios, ya ahora) y en razón de las actuales
variaciones y fluctuaciones del capitalismo internacional.
Así
pues, lejos están los pentecostalismos de contribuir proporcionalmente al
llamado "capitalismo popular" o de posibilitarlo, a menos que sea en
la forma de consumidores y de "mano de obra" disponible. Las razones a
mi juicio son las siguientes: No es el ascetismo sino el "misticismo"
lo que predomina entre los pentecostales. No es el ahorro, sino el
"derroche" el que es patrón cultural, en razón de que lo poco que
recibe como salario no es ahorrable y de que representa simbólicamente el valor
de su vida hecho moneda ("fetichización"). No es el trabajo el que
puede ser considerado como vocación y profesión pues lo que predomina entre
los protestantes es la desocupación y la marginalidad que incluso adquiere
formas de auto-negación co-redentora. De modo que cualquier posible relación
con la tesis Weberiana tiene aquí su contraparte negativa. Lo que se evidencia
más bien con el pentecostalismo, es la relación de mutua influencia entre la
ética pentecostal y el espíritu de los socialismos, o de algún sistema que no
sea precisamente el capitalista.
La
capacidad transformadora del pentecostalismo no reside sin embargo, en su
coherencia doctrinaria, sino en su apertura a nuevas prácticas sociales en
momentos decisivos y definitorios de una sociedad en transición.
Nacido
pues al calor de una histórica lucha simbólica y real contra los catolicismos
y protestantismos oficiales así como contra los dogmatismos
político-partidarios,
el pentecostalismo latinoamericano, ha mostrado condiciones de mediación simbólica
para lo que podría ser la afirmación de la esperanza proletaria y un modo de
ser nacional. Quienes lo combaten, sean religiosos o políticos, lo hacen porque
temen les compita la sociedad civil o porque se han dado cuenta que podría
representar un antiprograma en la sociedad política. A la pregunta sobre el
nivel en que les toca "jugárselas", si en el de la sociedad civil o
si en el de la sociedad política, la respuesta obvia es en las dos. Con todo,
es en la sociedad civil donde el pentecostalismo deberá decidir el futuro del
país y de su participación social. Si esta es la visión de los pentecostales
con su mínima participación en la sociedad política, habrían visto con
claridad por donde pasa la eficacia de su rol. No es, me parece, la hora de
engrosar la clase política, sin un tránsito necesario por las organizaciones
sociales. Hay allí una oportunidad histórica de largo aliento que habría que
maximizar en nuestros países de la región. Y esto es posible precisamente en
la fuerza del Espíritu que hace posible la renovación de todas las cosas.
(1)
Tal teoría de la conspiración es rechazada por los pentecostales y
considerada como una común reducción política de la teoría religiosa.
(2)
Bernardo Campos, "Hacia una teología de la
Pentecostalidad de la Iglesia". Buenos Aires: Conferencia pronunciada
ante la Fraternidad Teológica Latinoamericana, 1988.
(3) Carlos Rodríguez Brandao, "Ser Católico: Dimensioes Brasileiras.
Um Estudo sobre a atribuiçao da identidade a traves da religiao", América
Indígena. Vol XLV. Nro 4 (Oct-Dic) 1985: 691-722.
(4) José Míguez Bonino, "La Piedad Popular en América
Latina", Cristianismo y Sociedad, Año XIV, Nro 47, 1976: 39-48.
(5) Walter Hollenweger, El
Pentecostalismo. Historia y Doctrinas. Buenos Aires; La
Aurora, 1976:7; Donal W. Dayton, Theological Roots of Pentecostalism. USA:
Zondervan Publishing House, 1987: 115-141.
(6) Creencia religiosa de un período, literal o simbólico, de
1000 años de un Reino de
Paz sobre la Tierra en la que Cristo y su Iglesia gobernarán el Mundo.
(7) Richard Niebuhr, The Social Sources of Denominationalism.
1920: 65.
(8) Relajamiento de la moral
tradicional, crisis de normas y
valores aceptados consensualmente o impuestos
en una determinada formación social.
(9) F. Cartazo Rolim, Pentecostais no Brasil. Uma Interpretaçao
do Protestaismo Brasileiro. Río de Janeiro: Voces, Jean Pierre Bastian,
Breve historia del Protestantismo en América Latina. México: CUPSA, 1986;
Gamaliel Lugo, Base
Social del Pentecostalismo Latinoamericano. Buenos Aires: Encuentro
Pentecostal Latinoamericano (EPLA), 19-22 de Abril, 1989.a
(10)
Cf.
Steve Stern, "El Taki Onqoy y la Sociedad Andina" (Huamanga, siglo
XVI), Allpanchis, Vol VXI, Nro 19, 1982:
49-77; Marco Curatola, "Mito y Milenarismo en los Andes: Del Taki Onqoy
a Inkarri", Allpanchis, Vol. X, 1977: 65-92.
(11)
Según
cable de EFE (Washington 17 Abril) publicado en El Comercio 17.04.1990.
(12)
Cf.
Ivan Vallier, Catolicismo, Control Social y Modernización
en América Latina. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1970: 17 y nota.
(13)
Orlando
Costas, "La Misión y el Crecimiento Numérico de la Iglesia: Hacia una
misiología de las masas y minorías" CELEP, Ensayos Ocasionales, 1976:
13.
(14)
Algunas iglesias pentecostales en
Europa reciben financiamiento del Estado. Aunque no es este el caso de América
Latina, es conocido el apoyo que el General Pinochet ha dado a la Iglesia
Evangélica en Chile.
(15)
Christian
Lalive D'Epinay, El Refugio de las Masas. Estudio Sociológico del
Protestantismo Chileno. Santiago: El Pacífico, 1968:276